Capitalía Plena Sucre: La Falacia de la Wiphala

sábado, 4 de febrero de 2023

La Falacia de la Wiphala


Siempre me ha asombrado la facilidad con la cual los indígenas andinos incorporan a sus creencias mitos de reciente invención, no tardando en considerarlos conceptos reales desde épocas prehispánicas. Un claro ejemplo de ésto, a lo que me he referido varias veces en el Facebook y en muy diversos medios extranjeros, es la falacia del Machaq Mara.

Pues hay otro claro ejemplo: la hoy adorada y respetada bandera Wiphala, otro invento del siglo XX y voy a resumir su historia con palabras de un comentario aparecido en El Diario de Bolivia en el año 2008. Pero antes, respondo a una pregunta que ya he escuchado: "¿Y qué importa si es reciente y qué te importa a tí?" Pues en palabras de la prestigiada investigadora de los Incas, María Rostworowski, me importa porque: "Es momento de hacer un deslinde y rectificar, porque está tomando cuerpo una cosa que no es histórica. Y la Historia hay que defenderla".

Nótese que en lo referente a la Wiphala la investigadora afirmó: “Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera: Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella”. Y un último agumento consistente, entre muchos otros: la Academia Nacional de la Historia del Perú señaló hace pocos años: "El uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es equívoco e indebido. En el mundo prehispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico".

La Wiphala, una mera falacia...

Y bueno, el artículo ya mencionado:

"¿La etiqueta de Champancola símbolo nacional?

Por: Elizabeth De Col de Céspedes

Es bueno conocer el origen de las cosas, por tal razón transmitiré a los lectores un relato que escuché de la boca del insigne tradicionalista y aymarólogo Dr. Hugo Lanza Ordóñez, referido a la Wiphala.

Durante el gobierno del Mayor Gualberto Villarroel, se realizó el Primer Congreso Indigenista Nacional. Por primera vez se reunirían en esta ciudad, convocados por el Gobierno, los que por entonces eran llamados “indios”. Entre quienes preparaban el mencionado Congreso se encontraba, no sólo por su gran conocimiento del idioma sino de las costumbres aymaras, don Hugo Lanza Ordóñez, quien hizo notar a la concurrencia que al existir la palabra wiphala se deducía que desde siempre debió haber una bandera dentro de la cultura andina, así pues se decidió hacer uso de la wiphala blanca, que era la única conocida por entonces en los acontecimientos importantes. Don Germán Monrroy Block opinó a favor de usar una banderita más colorida, y ambos se dirigieron a la imprenta que tenía don Gastón Velasco. Estaban discutiendo los colores que debía usarse en la wiphala, cuando don Gastón recordó que tiempo atrás le habían encargado la elaboración de una etiqueta para la Champancola, la misma que se componía de cuadraditos de varios colores, ¡lo ideal!, pensaron los tres compañeros movimientistas, para darle colorido al primer Congreso Indigenista de Bolivia, en el que se abolió el pongueaje y todo trabajo gratuito, lo que le significó a Villarroel ponerse, literalmente, la soga al cuello.

Tiempo después de haber conocido esta anécdota de labios de don Hugo Lanza, tuve la oportunidad de preguntar por su veracidad a don Gastón Velasco, quien, con su característica sonrisa, la corroboró diciéndome: “Cierto es, niñita, ¿cuándo pues has visto un tejidito a cuadros entre los aymaras, o cuándo se ha conocido antes esos colores si son invento de ahorita?” La anécdota anterior debe ser conocida por los hijos de los tres protagonistas ya fallecidos.

Si la wiphala de tantos colorcitos pasa a ser símbolo nacional será, pues, el tácito reconocimiento de que el inicio real de la liberación indígena se debe a la inventiva del MNR. Ya tienen los unos a quién agradecer y los otros a quién culpar.

Pero queda por aclarar ¿qué era la Champancola?

Según cuentan los viejos paceños, en tiempos ya remotos, segunda década del siglo pasado, se instaló en nuestra ciudad una pequeña fábrica de gaseosas, la primera en su género. Fueron sus dueños dos ciudadanos italianos, Salvietti y Bruzzone. Esta fábrica producía un refresco espumante como el champagne, al que se le dio el nombre de champagnecola en cuya etiqueta se podía ver un pequeño cuadrito formado por otros menores de los más diversos colores.

Aquel refresco lo distribuía un empleado de la fábrica también italiano y de apellido Sorrentino en un carrito tirado por un burro. La botella en la que estaba envasado el refresco tenía dentro de una bola de cristal que por la fuerza del gas tapaba herméticamente la mencionada botella. Más o menos lo que pasa con las personas que ocupando puestos jerárquicos se llenan de vanidad hasta cerrarse herméticamente a la realidad que las circunda.

¡Sea pues la etiqueta de Champancola emblema nacional reconocido por la constitución!"