Capitalía Plena Sucre: Arce, un político derrotado

martes, 15 de noviembre de 2022

Arce, un político derrotado


El presidente de Bolivia es un hombre pequeñito. No sólo por su personalidad banal y superflua, sino porque, además, como un funcionario público, no tiene peso. No es importante. No mueve la aguja de la balanza. No es un líder. Se mira al espejo y no es carismático. Se lava los dientes y ve un rostro plano, ratonil, de ojos pequeños y miope, ajusta las gafas, pero ni así le alcanza para parecerse a un intelectual. Aunque sea uno pasable.

Escupe en su lavabo diario y sabe que es poca cosa. No es Evo. No es Lula. No es Maduro. No es Chávez. No es Castro. No es. Él no es. Incluso, comparado con la corrupta y mafiosa Cristina Fernández de Kirchner, es pequeñito. Ni siquiera es eso. Es un administrativo. Es eso y nada más.

Su día transcurre cumpliendo horas de oficina, pero no se moja la camiseta por el país. No mira. No escucha. No oye. Está sentado sólo en su oficina, con sus ministros chécheres.

Les reclama eficiencia. Les espeta productividad. Pero él no habla el idioma de los sordos. Les grita a sus ministros que hagan algo y ellos no lo escuchan. Es un pandemónium. Una torre de Babel. Cada uno hace lo que le canta las ganas. Y, él, no tiene respuesta. No le respetan. No le responden. No tiene mando en sus filas. Es un general sin ejército. Es un caballo perdido en el campo.

Sus soldados son malos. Mal elegidos. Mal preparados. Quedaron en evidencia. El quedó expuesto, desnudo. Abierto. Solitario. Y, todos sus acólitos, piden desaforados a alguien superior que les brinde las indulgencias a su pequeñísimo presidente.

Lo sabe. Sufre. Cabila. Se pelea consigo mismo. Se pregunta: ¿Qué hago? ¿Los destituyo?. ¿Le doy razón a Evo?

Es un ratón atrapado.

¿Qué le queda? La fuerza bruta. El músculo, la torpeza. La represión.

Mira la plaza murillo desde su ventana y piso que no construyó. Se da cuenta que es y siempre será una pieza del evismo. Sólo eso. Él les dio la plata, cuando era ministro en bonanza. Creyó que era su gestión. Creyó que era él quien movió los precios internacionales. Que él construyó un mundo de bienestar. Que él era el mago de la economía. Vivió una fantasía. Un deja vu.

Ahora que no tiene dinero, está perdido. Ya no tiene recursos ni siquiera para pagar la cena. Nunca tuvo una estrategia económica. Fueron fuegos artificiales de los cuales él ni siquiera fue protagonista. Su padre, Evo, armó todo el show. El sólo puso la plata. Fue, una vez más, el funcionario eficiente del jefazo con dinero ajeno.

Fue un peón. Y sigue siendo una mula extraviada. Se mira al espejo y no mira nada. Esta desilusionado. Se ajusta los lentes y una vez más cree que seseando cautivará a alguien. Está dolido, angustiado. Y eso es peligroso. Porque pronto estará dispuesto a golpear. Estará, cuál marido ebrio, listo para romper vajillas, golpear a la esposa, agredir y reventar por los aires la convivencia de la familia. Estamos frente a un sociópata en potencia y del cual todos debemos cuidarnos.

Texto de Javier Medrano – Periodista