Al asumir el anterior gobierno indígena encabezado por Morales (dirigente cocalero) se planteó tres ejes fundamentales: nacionalizar los recursos naturales, descolonizar la sociedad para lograr igualdad de oportunidades, sin que prime raza ni etnia; e impulsar una sociedad comunitaria para sustituir a la izquierda secante y a la derecha salvaje, con plan de desarrollo denominado Vivir Bien (Suma Qamaña).
El gobierno indígena del siglo XXI inicia en 2006 a escribir las nuevas páginas, esperadas por décadas. Por entonces, los actores eran los indígenas, fundamentalmente aymaras, quechuas, guaraníes, pero el aficionado matemático e intelectual del “proceso de cambio”, Álvaro García, resulta como culpable de truncar la revolución indígena. Desde 2005 nunca pasó por su mente la reivindicación de los indígenas que enfatizaba las nuevas relaciones sociales de producción en un nuevo modelo de sociedad.
Para concretar aquella reivindicación, se necesitaba intelectuales indígenas como Román Loayza, Santos Ramírez, Félix Patzi, Lino Villca, Felipe Quispe, Eugenio Rojas, David Choquehuanca y otros. Sistemáticamente todos ellos fueron relegados del poder, porque la revolución comunitaria se introducía fluidamente hacia un nuevo Estado pluriétnico para sustituir el neoliberalismo por el comunitarismo. Pero García lo impidió y forzó el “socialismo del siglo XXI” o “socialismo comunitario”.
Históricamente, los blanco-mestizos siempre vivieron de las instituciones estatales. Como dice Marx, “el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones y penuria para los obreros”. Así, esos mestizos “evistas” se incrustan estratégicamente en el Órgano Ejecutivo, como ministerios o altas autoridades. Entonces, Morales es atrapado nuevamente por los neoliberales.
Por 14 años, los blanco-mestizos se encaramaron en la función estatal a nombre del pueblo indígena. Los críticos al régimen socialista eran tildados de opositores. Finalmente, con discurso demagógico, a la sociedad se la polariza entre indígenas y no indígenas.
En noviembre de 2015, García decía: “Papá y mamá, no lo abandones al presidente Evo, va haber llanto; si Evo se va, el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo será triste”. Y así pasó, hablando puro lirismo, insultando con sus ocurrencias empíricas, considerando al sector humilde como idiota cultural.
Fluye entonces la forma política neoliberal. Un grupo de personas se constituye clase política; es decir, el poder seguía flotando encima de la sociedad, bajo una élite, y el pueblo permanece enajenado del poder de decisión. Como dice Marx: “La burocracia es el formalismo del Estado”. O sea, la burocracia sigue siendo concretizador del poder hacia la sociedad.
Morales cometió cuatro errores; a) descuidó el surgimiento de líderes indígenas emergentes; b) obedeció y creyó a en las artimañas, estrategias dictatoriales y manipulación político-mediática de Álvaro García para eternizarse en el poder; c) fraude descarado el 20 de octubre de 2019, y d) convirtió en fieles militantes a las organizaciones sociales como la COB, Csutcb, Interculturales y Conamaq, entre otros. Esto impidió implementar el proyecto político de transformación y se truncó, se frustró al sector popular.
El propósito de la agenda de los pueblos originarios era consolidar la revolución comunitarista para 500 años. Es decir, nunca más la derecha y los neoliberales deberían volver a gobernar Bolivia, pero eso no se logró.
Los diputados, senadores, asambleístas departamentales, alcaldes y otras autoridades vivieron de la política, la consideraron como un empleo o profesión. Como llama Bourdieu, es “fechitismo político” y no es luchar para dar la vida a la política por una convicción, una ideología de transformación.
Al final, el MAS-IPSP se desmorona rápidamente, desde el motín policial, pues como dice Felipe Quispe: “Q’ara, q’ara nomás es”; es decir, el blanco mestizo nunca fue leal. Y los primeros en renunciar fueron los ministros, diputados y senadores blanco-mestizos.
Para garantizar el proyecto político revolucionario se esperaba de Morales sustituir a los blanco-mestizos por indígenas y asignarles democráticamente funciones estratégicas, como del alto mando militar o policial, de ministros, viceministros, gerentes, pilotos, diplomáticos, cónsules, directores y otros, pero primó la colonialidad.
En 2009, la Csutcb pidió a Morales que lo acompañe un indígena como vicepresidente y que renueve a sus ministros, pero no hizo caso. La consecuencia fue el resultado negativo del referéndum de febrero 2016; desde entonces la curva de descenso se aceleró junto al quiebre entre el pueblo y Morales.
Lo dije en varios de mis artículos, Morales descuidó totalmente el pensamiento comunitarista, como propuesta de sociedad totalmente diferente del capitalismo y del socialismo. No hubo el cambio estructural del Estado. Como dice Bourdieu: Morales enarboló un “poder simbólico”. La consecuencia fue un “vaciamiento ideológico en el que la gente deja dispuesta una sustitución de la nueva emisión ideológica”, como diría René Zavaleta.
A nombre de la democracia y libertad se articula la extrema derecha, encabezada por el Comité Pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, Marcos Pumari y donde impera la Biblia.