Por: Arturo Yáñez Cortés
A pesar que la CPE concibe a la Policía Boliviana como una institución cuya misión radica en la defensa de la sociedad, la conservación del orden público y el cumplimiento de la ley, el régimen la ha deformado tanto mediante su desinstitucionalización, al extremo de convertirla hoy, en su guardia pretoriana.
A pesar que la CPE concibe a la Policía Boliviana como una institución cuya misión radica en la defensa de la sociedad, la conservación del orden público y el cumplimiento de la ley, el régimen la ha deformado tanto mediante su desinstitucionalización, al extremo de convertirla hoy, en su guardia pretoriana.
La
historia enseña que aquel cuerpo de seguridad, tristemente célebre por
sus abusos y precursor de las SS, la Guardia Imperial de Napoleón y
hasta caricaturizada en la Guerra de las Galaxias, sirvió como
guardaespaldas del emperador y era su petulante escolta, a cambio de
ciertos beneficios, probando “lo inestable es la cuerda sobre la que se
sostiene un gobernante autoritario en el poder” (De la Bedoyer). Mutatis
mutandis, en el pluri, sus serviles altos cargos, han degenerado tanto
la institución policial, hasta convertirla en una agencia de servicio
ovejuno al régimen y a su jefazo, fundamentalmente para reprimir a todo
quien se le oponga y proteger a sus acólitos.
No
es una novedad, pero lo recientemente ocurrido con motivo de las
movilizaciones del 21F, dan cuenta de lo aseverado. Por ejemplo, en la
sede, la Policía ha servido para despejar la vía para que pase la
manifestación de obligados del régimen, disparar cobardemente
proyectiles de gas lacrimógeno a ciudadanos y/o reprimirlos o, en la
Capital, a la cabeza de su sub comandante departamental, para también
cobardemente, amedrentar a las esposas de “sus camaradas” que marchaban y
defendían el voto soberano, reclamando los abusivos descuentos a sus
bajísimos haberes; de paso, aprovechó para sencillamente y llanamente
provocar a los ciudadanos auto convocados que permanecíamos
pacíficamente en la Plaza 25 de Mayo, luego de la multitudinaria marcha.
Hacía méritos ante su jefazo…alguna migaja le caerá…
En
un país como el nuestro, no es que la conservación del orden público
sea una tarea fácil y pacífica. De hecho, más allá de lo altamente
discutible de aquel concepto precisamente por su vaguedad y subjetividad
y, los riesgos y excesos que acarrea, sostengo que para sus altos
cargos usualmente puestos a dedo por el régimen y por ello,
absolutamente sometidos a sus designios a través del Min. Gobierno que
los maneja como marionetas, ese concepto ha quedado sencillamente
reemplazado por el ciego cumplimiento de las órdenes represoras del
régimen, que no guardan consonancia con aquella misión constitucional de
defensa de la sociedad y cumplimiento de la ley, sino la mera represión
partidaria, usando la fuerza bruta, frecuentemente.
La
tarea de la Policía, especialmente de sus miembros operativos que dan
la cara cotidianamente e incluso arriesgan sus vidas, con un enorme
desgaste físico y emocional, dista mucho del trabajo sucio que el
régimen le impone (con la complacencia de sus altos mandos) y merece
destacarse, más aún cuando a cambio de ello, recibe magros salarios y no
las mejores condiciones de servicio, tanto materiales como de otra
índole. Conozco personalmente a varios policías que aman su vocación,
pero que hoy, detestan como ha quedado prostituida su institución,
puesta al servicio del poder partidario, al igual que la Fiscalía,
Defensoría del Pueblo, Contraloría o la Justicia, todas convertidas pese
a sus grandilocuentes misiones constitucionales y legales, en meras
agencias encubridoras o represivas del régimen (salvando las poquísimas
excepciones personales que aún sobreviven en sus filas).
Los
discursos de defensa de la institucionalidad de la otrora verde olivo
(cambiada ahora por la del Inter de Milán) no debieran oírse solamente
cada 23 de junio en sus desfiles; urge que quienes genuinamente la
defienden den la talla cada día y no permitan sea la guardia pretoriana
del jefazo, en absoluto desprecio del ciudadano, al que debiera deberse,
pues: “La ruina de las instituciones de un país, perjudica a todos,
incluidos los gobernantes autoritarios que las destruyen para liberarse
de todos los controles, porque tarde o temprano serán arrastrados por el
caos y la anarquía que provocan”. Pablo Dermizaky