JOSE BRECHNER
El presidente boliviano Evo Morales inició la cacería de opositores. La represión empezó el mismo día que obtuvo su victoria electoral que le costó millones de dólares, en parte robados al estado y parte recibidos desde Caracas.
Su temor al debate es tan grande que ordenó capturar a Manfred Reyes Villa, líder del partido contrario con presencia minoritaria en el Congreso Nacional. El razonamiento es simple. Bolivia es un país caudillista. Si no hay jefe, no hay oposición.
Reyes Villa destacó en el pasado como el mejor alcalde de Bolivia, dirigiendo el municipio de la ciudad de Cochabamba, la más moderna del país gracias al referido edil, que hizo en 10 años lo que nadie en 200.
Su popularidad como buen administrador lo llevó a la gobernación del Departamento (provincia) de Cochabamba, cargo que tuvo que dejar debido al chantaje político del gobierno central que no le permitía trabajar, causándole permanentes conflictos regionales con los campesinos plantadores de coca obedientes a Morales.
El departamento de Cochabamba comprende la localidad de Chapare de donde surgió el mandatario indígena a la política representando a los agricultores de coca. Chapare es el principal centro de producción de coca y cocaína de Bolivia. Desde que Morales maneja el país, las áreas cultivadas crecieron de 12.000 hectáreas a más de 30.000.
El presidente boliviano está por acción u omisión, involucrado con la mafia narcotraficante, pero aún no ha habido acusación alguna de la prensa ni de las cortes judiciales internacionales hacia el Excelentísimo Delincuente.
Más de 750 toneladas anuales de cocaína se exportan desde Perú, Colombia y Bolivia. La producción general en 2009 aumentó 16 por ciento. En México el 2008 murieron 6.000 personas a consecuencia del narcotráfico.
Encontrando un puerto seguro, traficantes colombianos y mexicanos se han asentado en Bolivia incrementado el nivel de inseguridad y violencia.
De acuerdo a las Naciones Unidas la elaboración boliviana de cocaína ha aumentado 65 por ciento desde que Morales es presidente. En contraposición, la fabricación de droga en Colombia disminuyó 18 por ciento.
La policía boliviana, que tiene que justificar de alguna manera su razón de ser, en 2008 destruyó 3.000 pequeños laboratorios y requisó 27 toneladas de la droga. Pero no tocó la mega producción que está en manos del gobierno.
Morales está desviando la atención acerca de este explosivo tema que tarde o temprano va a estallar en los medios, atacando al único que puede hacerle frente, Manfred Reyes Villa, acusándolo de enriquecimiento ilícito y manejos ilegales de fondos públicos.
Tomando en cuenta la imputación, habría que juzgar a 98 por ciento de los bolivianos que pasaron por el poder, incluyendo a los que actualmente están en el gobierno.
El estado fue siempre la fuente de enriquecimiento de los políticos bolivianos. Pero son dos cosas diferentes usar del poder para ganar dinero en un país que no ofrece jubilaciones decentes ni sueldos vitalicios para quienes dieron su tiempo y esfuerzo por el país, y otra es ser narcotraficante.
El presidente boliviano Evo Morales inició la cacería de opositores. La represión empezó el mismo día que obtuvo su victoria electoral que le costó millones de dólares, en parte robados al estado y parte recibidos desde Caracas.
Su temor al debate es tan grande que ordenó capturar a Manfred Reyes Villa, líder del partido contrario con presencia minoritaria en el Congreso Nacional. El razonamiento es simple. Bolivia es un país caudillista. Si no hay jefe, no hay oposición.
Reyes Villa destacó en el pasado como el mejor alcalde de Bolivia, dirigiendo el municipio de la ciudad de Cochabamba, la más moderna del país gracias al referido edil, que hizo en 10 años lo que nadie en 200.
Su popularidad como buen administrador lo llevó a la gobernación del Departamento (provincia) de Cochabamba, cargo que tuvo que dejar debido al chantaje político del gobierno central que no le permitía trabajar, causándole permanentes conflictos regionales con los campesinos plantadores de coca obedientes a Morales.
El departamento de Cochabamba comprende la localidad de Chapare de donde surgió el mandatario indígena a la política representando a los agricultores de coca. Chapare es el principal centro de producción de coca y cocaína de Bolivia. Desde que Morales maneja el país, las áreas cultivadas crecieron de 12.000 hectáreas a más de 30.000.
El presidente boliviano está por acción u omisión, involucrado con la mafia narcotraficante, pero aún no ha habido acusación alguna de la prensa ni de las cortes judiciales internacionales hacia el Excelentísimo Delincuente.
Más de 750 toneladas anuales de cocaína se exportan desde Perú, Colombia y Bolivia. La producción general en 2009 aumentó 16 por ciento. En México el 2008 murieron 6.000 personas a consecuencia del narcotráfico.
Encontrando un puerto seguro, traficantes colombianos y mexicanos se han asentado en Bolivia incrementado el nivel de inseguridad y violencia.
De acuerdo a las Naciones Unidas la elaboración boliviana de cocaína ha aumentado 65 por ciento desde que Morales es presidente. En contraposición, la fabricación de droga en Colombia disminuyó 18 por ciento.
La policía boliviana, que tiene que justificar de alguna manera su razón de ser, en 2008 destruyó 3.000 pequeños laboratorios y requisó 27 toneladas de la droga. Pero no tocó la mega producción que está en manos del gobierno.
Morales está desviando la atención acerca de este explosivo tema que tarde o temprano va a estallar en los medios, atacando al único que puede hacerle frente, Manfred Reyes Villa, acusándolo de enriquecimiento ilícito y manejos ilegales de fondos públicos.
Tomando en cuenta la imputación, habría que juzgar a 98 por ciento de los bolivianos que pasaron por el poder, incluyendo a los que actualmente están en el gobierno.
El estado fue siempre la fuente de enriquecimiento de los políticos bolivianos. Pero son dos cosas diferentes usar del poder para ganar dinero en un país que no ofrece jubilaciones decentes ni sueldos vitalicios para quienes dieron su tiempo y esfuerzo por el país, y otra es ser narcotraficante.